Escuela de Artes Plásticas de La Habana
Introducción
En 1961, Castro y el Che Guevara jugaban al golf en la sede abandonada del Habana Country Club y conversaban sobre cómo podría Cuba invertir en cultura. Poco después, habían delineado un plan de construcción de nuevas escuelas nacionales de arte en ese campo de golf abandonado.
La carencia de una clara planificación económica y de una estructura piramidal de decisiones, hizo posible algunos ejemplos de innegable valor estético. El conjunto de las Escuelas Nacionales de Arte, de los arquitectos Ricardo Porro, Vittorio Garatti y Roberto Gottardi (1961-1965), abarcaban las escuelas nacionales de danza contemporánea, artes plásticas, arte dramático, música y ballet, y debían ser cinco pabellones sobre un terreno de gran vegetación.
La arquitectura es un arte, y por ello no puede ser juzgada tan fácilmente según ideales políticos. El conjunto es indudablemente una obra maestra, y su valor se refleja en las bravas intenciones de reencontrar las raíces culturales de un pueblo, de dar a las tradiciones una forma innovadora, y sobre todo en la búsqueda del arquitecto por dotar de poesía a sus edificios, profundamente emocionantes.
La idea surge de la aspiración del gobierno revolucionario de construir en La Habana un centro de educación artística, no sólo local, sino para formar a los creadores pertenecientes a los países del llamado Tercer Mundo. Ricardo Porro, establecido en Caracas como profesor de diseño en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, fue llamado por el gobierno cubano para hacerse cargo de las obras, y con entusiasmo vuelve a trabajar en su Cuba natal. Eran los primeros años de la Revolución, había optimismo en el pueblo, y las escuelas iban a levantarse como el símbolo de lo que era capaz el nuevo gobierno.
Las Escuelas de Arte de la Habana, han sido consideradas como una de las experiencias arquitectónicas más singulares de la segunda mitad del siglo XX. Es una de las pocas obras arquitectónicas que se han desarrollado en Cuba durante el periodo posterior a la Revolución Cubana.
Situación
La Ciudad de las Artes, como también se le conoce, creció en su privilegiado espacio de Cubanacán, sede del antiguo Habana Country Club, es atravesada por el río Quibú, en La Habana, Cuba.
El Conjunto
El conjunto consiste en cinco escuelas, ubicadas en uno de los paisajes naturales más bellos de La Habana.
Ricardo Porro actuó como coordinador general y diseñó las escuelas de Artes Plásticas y Danza Moderna. De las tres restantes se encargaron Vittorio Garatti y Roberto Gottardi, dos jóvenes arquitectos italianos que proyectaron las escuelas de Ballet, Música, y la de Artes Dramáticas, respectivamente.
Diseño
Aunque cada uno de los arquitectos diseña con absoluta libertad, todos parten de algunas premisas comunes. Así, a pesar de la gran variedad de los planteamientos particulares, el conjunto logra una asombrosa unidad, sumamente bella y compleja.
Los tres arquitectos buscaron integrar sus edificios al paisaje, respetando en la medida de lo posible el espectacular entorno natural y finalmente, cada uno de los jóvenes proyectistas recurrió al uso de pasillos cubiertos para unir las distintas partes de cada escuela, una estrategia que Porro reconoce haber reinterpretado a partir de sus recuerdos de la Ciudad.
Paralización del proyecto
Inicialmente los tres arquitectos contaron con libertad presupuestaria e independencia total en las decisiones de diseño. Fueron ellos los que decidieron la localización de cada unos de los cinco edificios que las componen, y los que decidieron quién entre ellos desarrollaría en detalle cada uno de los edificios (sólo tres se terminaron y fueron usados parcialmente).
El inesperado coste de los edificios y la singularidad de su diseño, provocó numerosas denuncias de derroche económico y debilidad burguesa. Estas denuncias terminaron por debilitar los apoyos que el proyecto tenía y finalmente las escuelas fueron abandonadas sin ni siquiera ser completada su construcción.
En 1965 el proyecto quedó detenido. Porro se fue a París y Garatti a Milán. Sólo Gottardi se quedó.
Reactivación de las obras
En 1991, Gottardi llevó a John Loomis, el historiador de la arquitectura californiano, a ver lo que quedaba de las escuelas.
Loomis quedó sorprendido ante el «realismo mágico de la arquitectura y el paisaje». A fines de la década del 90, publicó un libro que rehabilitó la arquitectura revolucionaria cubana (Revolution of forms. Cuba´s forgotten Art Schools). Y cuando Castro lo leyó, criticó a los funcionarios por haber permitido que las escuelas de arte cayeran en tal estado de abandono.
En diciembre de 1999 se invitó a los tres arquitectos a regresar a La Habana para terminar el trabajo. La obra avanza, aunque con lentitud. El dinero no abunda, y hoy la prioridad de la ciudad, hoteles turísticos aparte, es la vivienda. De hecho, fue en parte la urgente necesidad de viviendas lo que llevó a detener el proyecto en 1965. Entonces se trasladaba a trabajadores y arquitectos jóvenes por todo el país para construir viviendas de hormigón al estilo soviético. Los resultados fueron desparejos, y muchos de esos edificios hoy deben ser demolidos o reconstruidos.
Al igual que muchos de los proyectos emprendidos por la Revolución Cubana, la Escuela Nacional de Arte nunca se terminó, pero sigue existiendo como las más importante escuela de Cuba para las artes. Los alumnos han aprendido a funcionar y prosperar dentro de la estructura inacabada. La Escuela de las Artes Plásticas es particularmente un éxito, y recientemente ha producido artistas que han logrado reconocimiento internacional. Las Escuelas nunca cumplieron las grandes aspiraciones de los arquitectos, sin embargo, todavía se usan en su actual estado de ruina parcial.
Concepto
En la Escuela Nacional de Artes Plásticas de La Habana se elabora un proyecto sin precedentes que mezcla una tecnología inusual en Cuba para las cúpulas como es el ladrillo, la sensualidad del lenguaje lleno de erotismo, inspirado en los órganos reproductores femeninos, con un reconocimiento al carácter mestizo de cubana, se mezclan elementos de la aldea africana con los portales mas europeos, la exuberancia de la naturaleza, el color, y el misterio de descubrir la arquitectura mientras se recorre.
Críticas
Se hizo evidente que la Escuela Nacional de Arte no encajaba en los pre-fabricados simplistas de estilo funcional de la arquitectura soviética, y esta diferencia condujo a su crítica como individualista, un atributo no en carácter con la Revolución, motivada por criterios estéticos en vez del rigor socialista.
Los críticos estaban especialmente molestos con la arquitectura sensual de la Escuela de Artes Plásticas diseñada por Porro, y expresaron su desconfianza a la ubicuidad de las bóvedas catalanas.
Por otra parte, el equipo de arquitectos tuvo que enfrentar antagonismo en el seno del Ministerio de la Construcción, porque Porro era de la burguesía y no del proletariado, y Gottardi y Garatti no eran cubanos.
Estructura
Todos los arquitectos adaptaron sus diseños a las formas estructurales del ladrillo, como respuesta a la carencia de acero y hormigón causada por el bloqueo norteamericano, dando lugar a un bellísimo concierto de cúpulas y bóvedas catalanas a lo largo de toda la Escuela.
Es un conjunto de arquitectura de geometría orgánica, construido haciendo uso extensivo de la bóveda tabicada de tradición catalana. Sus formas libres, expresivas e inéditas, resumieron las metáforas culturales, la fusión de los códigos de la modernidad, la tradición colonial y el rescate de la cultura negra, representativas de la etapa «surrealista» de la Revolución.
Bóveda catalana
La bóveda catalana o bóveda tabicada (en catalán volta catalana), es una técnica de construcción tradicional catalana. Consiste en cubrir el recinto o espacio mediante una bóveda de ladrillos colocados por la parte plana, es decir, por la cara de superficie mayor que forman el largo o soga y el ancho o tizón del ladrillo, en vez de hacerlo por cualquiera de las demás caras gruesas.
Los cinco edificios estaban destinados a existir como estructuras autónomas, pero también trabajaban juntos como un todo estético, figurativamente vinculados a través de tres principios rectores.
Materiales
El primer elemento común de los tres arquitectos fue la decisión aceptada mutuamente de respetar el paisaje circundante.
El segundo elemento compartido fue el uso de materiales nativos, que limitaría la arquitectura con un efecto positivo. Nada de acero y muy poco cemento estaban disponibles en Cuba a causa del subdesarrollo industrial, así que estos materiales comunes de las arquitecturas modernistas fueron sustituidos por el ladrillo y baldosas de terra-cotta tiles que son mucho más ligeras que el cemento y son prácticamente indestructibles.